Bidaideak tenía una cuenta pendiente que cobrar al Galatasaray. El año pasado, en una mañana de primavera, con un Txurdinaga repleto hasta rebosar, el equipo turco arrancaba al conjunto bilbaíno el que estaba llamado a ser el primero de sus títulos europeos: el de la Euroliga I. Hasta el final, ambos combatieron cuchillo en boca, y sólo en los últimos segundos la balanza se desequilibró en favor de los otomanos. Desde entonces, estaba esperando la forma de resarcirse de su frustración. Cierto es que para un equipo modesto como el de Bilbao, estar en una final europea ya era una buena recompensa… pero no poder ganarla sólo por una canasta, y ante su público, no era algo fácil de olvidar.
Así la conjura de toda la expedición era clara: “Todos a darlo Todo”. La concentración, por supuesto, mayúscula. Cita con una historia que se construye desde hace bien poco. Enfrente, uno de los más grandes equipos europeos. En silla o sin ella, su nombre resuena en cualquier parqué que se precie: el Galatasaray de Estambul. Un equipo rocoso como pocos, con algunos de los mejores jugadores del mundo y con un curriculum de éxitos con varias páginas. Enfrente, el Bidaideak de Bilbao. Un club de casi tres décadas, que en los últimos años y tras la simbiosis orgánica con la asociación, en ascensión meteórica que le ha llevado en menos de un lustro a concitar el respeto de todo el BSR mundial.
Salieron los turcos dispuestos a mostrarse como los campeones que son. Su aplastante juego se basa en la altura y capacidad de lanzamiento de Lusynski, Gurbulak y Ghorbarhi, los tres en el top ten mundial. Durante los primeros diez minutos fueron ejecutando su plan con perfección y con un promedio del 75% en sus lanzamientos conseguían en seguida coger aire en el marcador. Al primer stop llegaron con un 20 a 14 que les daba un plus de confianza. Pero Esteban Nuñez, el joven entrenador bilbaíno, leyó perfectamente lo que ocurría en cancha, reaccionó de inmediato y ordenó una defensa presionante sobre todo el campo, que fue diezmando la capacidad de buen hacer del Galata. Hasta tres veces acabaron con su tiempo de posesión sin poder lanzar y su juego se atolondró de manera increíble. Si ciertamente los bilbaínos no lograron dar la vuelta en el marcador ya en el segundo tiempo sólo fue porque no tuvieron acierto en las jugadas más limpias que sobre el aro tuvieron. Aun así al descanso llegaron con un apretado 33 a 30.
Tras el mismo, Nuñez ordenó todavía intensificar más la defensa todo el campo y sacando de cancha a sus pivots, dejó que fueran los lanzadores los que atosigaran, hasta dejar sin respiración, a los turcos. Estos no daban crédito de lo que se les venía encima y, poco a poco, vieron como el luminoso se les volvía en contra. Aun así no bajaban brazos. La enorme calidad de sus jugadores franquicia les sostenía sobre la madera del Centro Sportivo de Meda, aunque eran ya sabedores de que hoy no estaba llamado a ser su día. Cada balón que llegaba a sus manos era una autentica tortura porque enseguida veían cuatro bizkainas rodeándoles. Y así, una y otra vez, perdían posesiones y desperdiciaban sus opciones delante del aro. Por el contrario, Asier y los suyos habían tocado a arrebato e iban acrecentando su ritmo de juego. En el minuto 25 ya le habían dado vuelta al marcador (39-40), y al finalizar el parcial el marcador señalaba un 44-47 prometedor. Más de lo mismo en el cuarto de los tiempos fue lo propuesto por Bidaideak a lo que los de Estambul, ahora ya con el cansancio acumulado durante tantos minutos de completo agobio, no tenían respuesta alguna. El luminoso se fue estirando en favor de los de negro. En el minuto 35 el diferencial era de ocho puntos y en los cinco restantes fue de 7 más, hasta sumar los 15 con los que finalizó el encuentro.
Para el 69 final, Joshu aportó 29 puntos; 21 Asier García, 11 Tom O’Neill, 3 David Mouriz, 4 Blair y 2 Txema Avendaño. Los turcos consiguieron sus 54 gracias a los 14 de Luszynski, 13 de Gurgulak, 10 de Ismail Ar, 11 de Gorhbahi y 2, respectivamente, de Cesur, Coskun y Gundogdu.
Tarde de baloncesto épico el de la escuadra vasca que con un derroche de garra, poderío físico pero también de calidad extrema, supieron devolver a Txurdinaga lo que sólo por una canasta se les escapó el año pasado: el derecho a la gloria y a poder decir que también a los más grandes, los pequeños pueden vencerles si ponen todo de su parte.